REFLEXIONES ACERCA DEL CORONAVIRUS

La semana pasada se cumplió un triste aniversario: un mes desde el inicio del confinamiento. Y se repite, como cada día, la charla del llamado Mando Único, que notifica los resultados de la terrible pandemia y el corolario de víctimas.

Estos datos que ya casi no nos conmueven a fuerza de repetirlos se convierten en una fría estadística más. Tengo la suerte que ninguna de esas víctimas afecta a personas cercanas a mí. Mis dos sobrinas están vinculadas al mundo de la medicina en primera línea. Afortunadamente  se encuentran bien.

Como decía en mi mundo más próximo no conozco a nadie víctima del virus. Como mucho nos quejamos por estar  encerrados las 24 horas del día. La misma rutina diaria, leer, ver las noticias, asomarme por la ventana para seguir el ritual de aplaudir, ver  alguna que otra película, escribir, comer, dormir… Y así cada día. No puedo imaginar ni por un momento el dolor de aquellas personas que sí tienen algún familiar víctima de la pandemia, con la tristeza por la pérdida y el dolor por no acompañarlos en sus últimos momentos.

Inevitablemente me pregunto: ¿de dónde ha surgido este virus? ¿Se pudo hacer algo para prevenirlo? ¿Se ha hecho o se está haciendo lo correcto? ¿Cuántas personas serán víctimas mortales? ¿Cuántas personas se quedarán sin trabajo y cuántas empresas y autónomos se verán obligados a cerrar?

No pretendo trasladar este tema a un debate político. Por supuesto, tengo mis ideas al respecto, pero intento verlo desde la visión de Gerente de una pequeña empresa, como es CSS. Antes de profundizar en esta visión quiero comentar que inicié el trabajado en la empresa privada a los 15 años, a la vez que simultaneaba mi trabajo con estudios. He llegado a puestos directivos dentro de la empresa privada antes de decidirme a dar un salto por la iniciativa personal y dedicarme al mundo de la organización de competiciones deportivas. Preguntaréis el por qué cuento esto. Lo que quiero decir, en definitiva, es que he pasado por casi todos los estamentos del mundo del trabajo y que he atesorado experiencias diversas: unas positivas y otras, no tanto. He tenido diversos jefes: unos buenos y alguno, no tanto. De todos he aprendido cosas: de unos, más que de otros; pero hay algo que he aprendido de todos: los errores se pagan; y en el mundo de la empresa privada, se pagan más.

Recientemente ha aparecido la noticia de dos residencias de tercera edad ubicadas en Catalunya cuyos directores, tras asistir a una conferencia sobre temas de medicina, toma medidas para proteger sus residencias de la pandemia que se acercaba. Se han adelantado a Ayuntamientos, Comunidades Autónomas y Gobierno. Como resultado no han tenido ni una sola persona infectada. Seguro que otras residencias también han conseguido este logro. Esta formidable noticia cataloga la profesionalidad de sus directores.

Si en la empresa privada los errores se pagan,  ¿cómo se pagan en el mundo de las empresas públicas, ayuntamientos, altos funcionarios, políticos, etc.? Me da igual quien gobierne; la realidad es que nadie pagará por sus errores. La pregunta es inevitable. ¿Cómo dos residencias de 3ª edad tienen una capacidad superior de respuesta a la de un país que creo es la quinta potencia de Europa? ¿Cómo dos residencias de 3ª edad han podido ser más previsores que un país de 47 millones de habitantes? ¿Cómo dos residencias de 3ª edad han sido más previsores que un país con centenares de miles de funcionarios?

Sólo puedo decir una cosa: suerte a todos.

Toni Ortega,
Gerente de CSS.CAT  

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